REFLEXIONES EN VOZ BAJITA DE MENTES PENSANTES Y SUS INQUILINAS.

uno o dos viajes (a propósito de la mentira)


Allí sentadita, y yo desde el autobús, casi me lo creo.

La mujer llegaba todos los días al bar donde paraban los autobuses, y tan pronto se acercada el camarero, que ya la conocía (yo no lo sabía) era para traerle un desayuno suculento, opíparo, especial para un viaje bien largo.

A la mujer le gustaba hacer creer a todo el mundo que todos los días iba a un lugar diferente, lejano y exótico.

Cuando estaba a punto de acabar el desayuno, casi hasta ella misma creía que iba a emprender un largo viaje.

Cada día el viaje era con una persona diferente y a un sitio sugerente y sugerido por la persona que la acompañaba.

La cosa funcionaba de la siguiente manera. Ella se ponía a desayunar y cuando levantaba la vista hacia el autobús que estaba a punto de salir, avistaba a algún viajero aburrido que miraba por la ventana. Ella, automáticamente, lo elegía como compañero de su viaje imaginario y decidía dónde irían esa vez.

Yo, sin saberlo, ese día fui a dos sitios. A uno de ellos, acompañada.

nunca la mentira fue tan joven


Pinocho cumple 125 años.
Y no sólo forjó una iconografía de la mentira reconocible en todo el mundo: el alargamiento de nariz (efecto secundario que, en cierto modo, ahora ha sido refrendado por la psicología: si mientes, sueles frotarte inconscientemente el puente de la nariz). También rompió un esquema muy rígido en los cuentos infantiles: presentaba a un niño mentiroso y travieso, quizá una proyección del propio Collodi, su autor.

De pequeña tuve mi primer punto de no retorno cuando descubrí que si no decía lo que pensaba, nadie se enteraba; seguí con mis reflexiones infantiles y vi que si mentía, tampoco nadie podía saber que lo estaba haciendo.

Pensé que era bueno eso de no ser transparente a los demás, pero al poco me entró el pánico al notar que tampoco yo podría advertir nunca que los demás me mentían a mi. Creo que ese pánico nunca me ha abandonado.