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El carro del supermercado me mira cómo trabajo.
Yo entro y salgo, cargada con mi carretilla, y el carro está allí impasible, brillante y desocupado.
Algunas veces le miro al salir y el me devuelve la mirada, descarado.
Él es un carro con mucha suerte; un día alguien lo abandonó después de descargar la compra en el coche y se quedó allí atrás, escondidito.
Desde entonces está en el paro, y ahora se limita a mirarme sonriente cómo trabajo, impasible, brillante y desocupado.